Mis mañanas


Anoche me estaba yendo a dormir y mi mamá me preguntó cómo eran mis mañanas durante la semana. Me hubiera encantado responderle que mis mañanas son tan románticas como la foto de ahí arriba (de hecho, eso está ocurriendo en este momento, mientras escribo, en la galería de casa y desayuno por segunda vez así que no me puedo quejar). Pero si ese florero hubiera estado presente en mi amanecer de lunes, tenía probabilidades de salir volando por el aire -no por culpa mía, sí por la de mi hija menor que tira patadas al aire porque nunca quiere que le ponga la remera-.

De 7 a 8 de la mañana estuve lidiando con dos personas que no estaban muy entusiasmadas con la idea de empezar la semana. Tania se levantó solita, se fue al cuarto de la tele, pidió yogurt y pidió ver, una vez más, Minions. Hasta ahí todo lindo. Después apareció Mila. Lloraba porque tenía sueño. Nos lavamos la cara. Entró al cuarto donde desayunan todos los días. "¡No quiero ver Minions, ella siempre ve lo que quiere!". Patada al sillón. Yo respiro profundo y le digo que se ve lo que elige la que primero se levanta de la cama. Queda Minions. "Tomá, te preparé el Nesquik". Que no quiero, no quiero, no quiero. "Quiero té de manzanilla". (Toma todas, pero absolutamente todas las mañanas, Nesquik). Que te lo tomás igual, ya lo preparé, le digo y me voy a cocina a calentar agua por si no se toma la leche. Vuelvo al cuarto. "Te hago un té, pero uno normal", le digo al final. Quiero Nesquik, me dice ahora. Revoleo ojos y respiro un poco más profundo. La empiezo a cambiar a Tania. Llanto pelado, como todos los días, porque no se quiere poner la remera. "¡Quiero ir en pijama!". Mila llora en el sillón, al lado, porque dice que no quiere que su hermana llore. Logro ponerle la remera mientras la distraigo y le cuento que se va a encontrar con sus amigos del cole y ella me dice que José Luis la mordió. "Acá", y se toca la mano. 

Salgo disimuladamente a buscar la camioneta al galpón. Disimuladamente porque sino quieren venir las dos y hace frío. Vuelvo, abro la puerta de casa y se escuchan más llantos. "¡¡¡Ella me pego!!!". Tania a Mila, como siempre. Hago como si nada hubiera pasado. Les pongo las camperas y les doy sus mochilas. La mayor no quiere llevarla porque dice que le pesa (¡no tiene nadaaaaaa adentrooooo!). Le digo que está bien, que yo no se la voy a llevar, que se la dejo en la cocina y que vaya al cole sin mochila, que no va a poder desayunar. La agarra. Llegamos a la chata cual hazaña imposible. Yo toda despeinada, lagañosa, de mal humor. Las dos se quieren sentar en el mismo lugar. Lloran fuerte. Muy fuerte. Me aturden. Tania entra al auto y se tira al piso como si la estuvieran linchando. Y llora tanto más fuerte que ya no tengo ganas de decirle nada. Mila se calla porque también se aturdió.

Arranco. De muy mal humor. Son las 7.38 de la mañana y me quiero ir a dormir. Andamos unos kilómetros. Tania sigue llorando hasta que ve un chimango y me pregunta qué es eso y me dice que quiere escuchar las canciones de Bailarina. Mila sabe que estoy de malas. "Mamá, ya me calmé", me dice bajito. "Sí, pero yo no", le respondo. Les digo a las dos que no podemos empezar las mañanas así. Que no es justo. Que es lindo amanecer contentas. Les cuento que estoy muy enojada, pero que las quiero igual. Que las voy a querer siempre aunque me hagan enojar, pero que esta mañana de lunes no fue nada linda.

Llegamos, en silencio, al Jardín. Ya nadie llora. Las dos agarran sus mochilas y se bajan. Les doy un beso en la entrada. Me vuelvo a casa y me hago un segundo café. El que ven en la foto de ahí arriba. 

Mamá: así suelen ser mis mañanas de entre semana.

¡Buena semana para todos!

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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.