"Done is better than good". Hace semanas que estoy leyendo Big Magic, de Elizabeth Gilbert. El libro está todo escrito, subrayado, repleto de signos de admiración. Si pudiera poner aplaudir en letras, también lo haría, al lado de tantas de sus frases. Es como estar sentada charlando con una amiga que te cuenta (e inspira) a que concretes tus ideas.
Me vino a la mente esta. La que dice que hecho es mejor que bueno. Suena mediocre, pero en el contexto de lo que ella cuenta, lo tomo. Lo tomo para mi huerta, que me está viendo volver después de tantos meses de desencanto. Me acuerdo del día que la arranqué, en un pedacito de tierra atrás de mi cocina, con una fila de acelgas y un círculo de zapallitos. Ni siquiera los sembré yo, pero fue el empujón para empezar a darle vida a ese otro proyecto que venía dando vueltas en mi cabeza y no terminaba de concretar. Pasé por mil etapas con la señora de. Tuve meses de esplendor, meses donde las pestes se encargaron de comerse todo mi trabajo manual. Semanas de plantas secas, semanas de plantas pasadas por agua. Días en los que salían tomates por segundo y en los que tenía que disfrazar a las berenjenas para que en casa las siguieran comiendo. Y otros, muchos, muchos, donde el gramón invasor ahogaba todas mis horas de trabajo, de manos cayadas y rodillas marcadas.
El año pasado me rendí. Hasta acá llegué, le dije en silencio. Cerré la tranquera y dejé que ella hiciera lo que quisiera porque yo no la iba a cuidar más. Hasta hace unos meses que, gracias a la ayuda y el consejo de gente del campo, la huerta se elevó. Literalmente. Todos los canteros desaparecieron y, en vez, pusimos cuatro cajones grandes, en alto, para poder trabajar mejor y controlar todo lo que iba sembrando.
El viernes me vio volver y me acordé de lo bien que me hace trabajar en la tierra. Siempre lo digo y lo vuelvo a repetir: trabajar en la huerta es de esas cosas que hacen que el tiempo pase sin mirar el reloj. Me vio volver con otra cara y después de haber aprendido algunas cosillas en estos últimos años. ¡Cualquier similitud con la vida en general, es pura coincidencia!:
- Hacé lo que puedas (y no te tortures cuando lo llegás a hacer todo).
- Lindo no siempre es mejor. (Las revistas son divinas, pero siempre tienen a alguien que está 24 hs atendiendo la huerta y no es mi caso. Las verduras "más feas" estéticamente suelen ser las más sabrosas).
- Sembrá local. (Aprendí que las mejores semillas son las que compro acá, en la zona, y no tanto las que a veces pido que me traigan de afuera).
- Sembrá lo que vas a comer. (Dejé de hacer experimentos con verduras que no conozco, que me sacan tiempo y que nunca vamos a probar un bocado).
- Agua, agua, agua.
- Dale tiempo, siempre. (A veces parece que no pasa nada, y cuando levantás la paja que dejaste en el invierno, te encontrás con más de un brote sorpresa).
En mis flamantes cajones hay lechugas separé el viernes pasado. Hay romero, curry, perejil y cilantro. También caléndulas, rúcula y zanahorias que esperan germinar. En almácigos armé berenjenas, tomates, morrones y albahacas que, el algunas semanas también irán a parar a esos cajones. Estoy contenta. No sé si es la huerta más linda, pero sé que es suficiente como para que le dedique el tiempo que tengo. Done is better than good, como diría mi buena amiga Elizabeth Gilbert.
¡Buena semana para todos! Y gracias a Dios que dejó de llover.
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