Soy de tener poca cosa en mis cajones y en mis roperos. En cada mudanza que hice, me fui quedando con cada vez menos cosas. Lo que nunca tiré fue una bolsa de plástico con caracoles y platitos rotos. Los mismos que hoy veo cada vez que me meto en la ducha en un frasco chiquito de yoghurt.
Hace poco, mientras hacíamos el libro con Wonky, nos trabamos en una de las ilustraciones. El texto se llamaba Mirar el plato ajeno. Fue de los últimos que hizo porque nada terminaba de cerrarnos. Un día me mandó una foto por mail y me dice: "¿Te gusta?"¿Cómo no me iba a gustar si fue como si hubiera agarrado una parte de mis veranos y las hubiera puesto en un papel ? No entendía por qué me gustaba tanto hasta que le conté de esta pequeña historia de los pequeños platos rotos.
Muchas cosas andan pasando en estos días, que me tienen ausentada de este espacio que tanto disfruto. Sepan disculparme, mis lectores. Me prometí intentar hacer tres entradas por semana. Me prometí también, jamás escribir por obligación. Lo de los tres posts, se los debo esta vez (y la que viene, ¡porque me escapo unos días de vacaciones!). ¡Gracias a todos por los mensajes lindísimos que estamos recibiendo por Tejiendo Infancia. Nunca imaginamos (al menos yo) que íbamos a tener tanto eco y en públicos tan diversos!
Los encuentro en unos días por acá…Espero que no pasen demasiado. ¡Los que aún no hicieron sus reservas, pueden escribirme a llorente.victoria@gmail.com y coordinamos pagos y entregas!
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