Hacer piso




Hacer piso. Estas dos palabras, que unidas suenan raras,cobraron un sentido inmenso en mi día durante una época de mi vida. No hace tanto tiempo de eso, pero con la llegada de las niñas, pareciera ser que fue hace un siglo. Era lo que me aconsejaba mi reflexóloga de Buenos Aires, cuando estaba con mucha cosa en mi cabeza, con mucho cansancio, con algunos temas sin resolver que terminaban estrujándome el estómago. “Cuando estés así, respirás y hacés piso”, me decía Ceci una y otra vez.

Hacer piso es simplemente eso: acostarse y que todo el cuerpo tome contacto con la tierra para que se apague el incendio que pasa por adentro. Respirar un rato y darse cuenta que uno está Acá. No allá atrás, donde ya no se pueden cambiar las cosas. No allá adelante, donde tampoco se puede controlar lo que va a pasar. Hacer piso es estar acá.



Las dos tienen ese hábito de tirarse en el pasto o la tierra y quedarse un rato acostadas. Se ve que yo lo debo hacer seguido porque las dos agarraron esa costumbre de quedarse y mirar.



Desde hace varias semanas que tenía ganas de escribir de esto, de bajar a tierra. La huerta ayuda, vivir acá también, pero los incendios internos suceden aunque uno viva en el Congo Belga. Me acordé de este consejo que me daba Ceci hace unos años,porque Tania tiene una manera muy linda de pedirme que juegue con ella que pareciera decirme sin decir, "mamá, hacé piso conmigo". No le basta con que le deje sus juguetes y yo vaya y venga, y la mire, y le haga mil morisquetas en el "mientras tanto". Ella me trae su pingüino, su oso, y me tira del pantalón mientras cocino, como pidiéndome que baje. Quiere que me siente con ella. 

Entonces bajo y se le transforma la cara. Se puede pasar horas metiendo las fichas en la ranura del muñeco azul. O jugando con una cuchara de madera. Se apoya contra la heladera y nos quedamos jugando a lo que sea. Sólo quiere que me quede ahí en ese rato. Sin cocinar, sin planear, sin teléfonos de por medio.





A veces resulta que las cosas están mucho más cerca de lo que uno cree. Tanto, quizás, que las dejás de ver. Pensaba que hace rato no tenía mi espacio para “hacer piso”. Pero parece que tengo mi dosis diaria y no me había dado cuenta. Hacer piso, hoy, es estar con ella, ahí sentada.Donde no vale estar allá atrás, ni allá adelante. Lo único que importa es estar ahí. 

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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.