Todo sigue igual





Estuve algunas horas en mi ciudad de siempre. Mis últimas escapadas a la gran urbe no suelen durar más de 24 horas. Las chicas se quedan acá en el campo, y siempre está el apuro por volver a estar con ellas. Esta vuelta viajé sola y aprovechando el día soñado de ayer, hice todo lo que tenía que hacer caminando.

Uno de mis paisajes de antes

Cuando vivía allá, y siempre que podía, todo, todo, lo hacía caminando. Salía media hora o lo que fuera antes, me abrigaba si era necesario y caminaba, caminaba. Y caminaba. Los últimos años me compré una bici que reemplazó mis caminatas. Ayer agarré mi mochila y caminé por horas, mientras iba haciendo todo lo que tenía que hacer. Lo que más me gusta de estos regresos fugaces, y creo que ya lo dije alguna vez, es ver cómo se fueron transformando algunos lugares, cómo otros siguen tan iguales a cuando yo era chica, ver la llegada de nuevos locales, de cafés, de bares. Cómo crecieron los árboles, cómo desaparecieron otros. Cruzarme con la misma gente de siempre. Con menos pelos y más canas. Con los mismos trajes. Con algún hijo nuevo a cuestas o con algún bebé transformado en adolescente. 

Me gusta caminar la ciudad porque la veo más de cerca. Porque huelo los mismos olores de siempre y me acuerdo de mi misma siendo parte de aquel paisaje. Entre esas calles aparecen mis amigas de toda la vida, que siguen igual que siempre. O lo que es mejor, lo que nos une sigue igual que siempre. Entonces vuelvo a mi casa, al hogar que formé tan lejos de aquellas calles y de aquellos olores. Cruzo caminos llenos de barro en una noche de lunes oscura y sin luna. Me esperan mis perros, la chimenea está prendida, hay lavandas en mi cocina y mis tres personas preferidas están dormidas. Y entiendo, una vez más, que la distancia no se la cuenta en kilómetros ni en caminos de tierra. Que todo sigue igual. Cierro los ojos me voy a dormir tranquila.



1 comentarios :

 

POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.