Contar la propia historia




Costó arrancar este lunes. Con la noche todavía en la ventana y el frío metido en mi cuarto, sonó la alarma para despertarla a Mila. "Que amanezca de buen humor", pedí como una súplica silenciosa este lunes de otoño. Mis pedidos fueron órdenes. Se levantó de su cama, agarró sus 25 almohaditas, y se fue al cuarto de la tele sin chistar pidiendo con su voz ronca "un té calentito". Paso uno superado. Empezamos la semana de buen humor. Con sueño, con frío, pero de buen humor.

Partió con su papá al Jardín, mientras Tania y yo empezábamos a desayunar con los Paw Patrol de fondo. Me topé, en ese rato, con un texto lindísimo que había compartido una amiga, de la página del Taller de Madres Círculo de Seguridad. Hablaba sobre el poder sanador que tienen las palabras. Hablaba sobre contar nuestra propia historia, sobre escribirla y darle forma en papel. Sobre cómo esto que parece tan simple, puede curar tanto. Hablaba sobre contarles a nuestros hijos su propia historia. Sus caídas, sus golpes y cicatrices. Las de ellos y las nuestras. De la manera que nos salga, pero contarla.

Hay historias que vale la pena que ellos mismos las cuenten con su imaginación. Pero hay otras que está bueno darles forma, darles color, ponerles cara o lo que sea que ellos necesiten para poder entender un poco más. Para que no se cuelen entre esas grietas de incertidumbre tantos miedos que ellos no saben decir.

Me encantó lo que leí esta mañana en mi desayuno. Y también pienso que esto de escribir sana siempre.Da forma, da luz. Eso, compartido, alivia a muchísimos más.




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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.