El otoño acá es mucho más romántico que cuando vivía en la ciudad. Y el otoño, en vísperas del invierno, más todavía. Porque abrigarse ahora vale la pena. No andás dejando camperas y sweaters por el camino porque el tiempo ciclotímico de mayo no termina de decidirse si se queda o se va. El otoño de principios de junio no tiene dudas: hay que prender la chimenea, hay que abrigarse, hay que comer sopa y los guisos son siempre una buena idea.
El otoño decidido, ese que viene y se queda (y se lleva los mosquitos), te guarda en tu casa con más de una excusa. Cocina en silencio los brotes de lo nuevo, te empuja a la siesta sin culpa ni miedo, te acorta los días y alarga el encuentro. El otoño acá, ese de amaneceres que parecen noches y de viento que hiela los dedos, tiene ese encanto del silencio "que hace". Que crea sin ruido y huele a casero.
Y a ustedes del otro lado, ¿les gusta el otoño? ¿Les gusta el frío? ¿Les gusta el verano o la primavera? Lo que más me gusta de estos días en casa es la mezcla del olor a chimenea, madera y comida casera. Si tengo que ponerle un olor a esta época, sería ese.
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TEJER MOMENTOS
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