Para variar, nos quedamos sin Internet. Había planeado hacer un millón de cosas esta
tarde, aprovechando que tenía ayuda y me podía concentrar, pero tuve que
cambiar de planes.
La huerta me reclama desde hace semanas, así que hacia allá me
fui. Lo bueno que tienen los meses más fríos en la huerta, y no me canso de
repetirlo, es que si uno siembra las verduras de estación, no necesita tanto
cuidado. Los yuyos se apachuchan con las heladas como las de esta mañana. (¿La
vieron hoy? Acá parecía que había nevado de lo blanco que estaba el pasto). Así
que voy cada tanto, miro cómo vienen creciendo mis lechugas y mis rúculas, que
aman esta época del año y me regalan las ensaladas verdes más ricas del mundo.
Los que también viene bien son los repollos y las habas, que van a tardar unos
meses más en llegar al plato. Y las caléndulas que son fanáticas, también, del
invierno. Este año sembré mucha más acelga porque a las chicas les encanta de
todas las maneras que se las dé. No logré encontrar semillas de espinaca en el pueblo,
por el momento, así que me voy a quedar
con las ganas una vez más. Igualmente, es de las verduras que peor me crecen
por acá.
Lo que tengo muchísimo, y que todavía no sé muy bien cómo
usarlo, es Kale o col rizado. El año pasado me trajeron una bolsita de semillas
orgánicas de un viaje y ligué algunas de esta especie de repollo con hojas
grandes. En Instagram vi varias personas que proponen recetas y en el libro de
Clara Billoch hay dos también. Probé de cortar las hojas, mezclarlas con aceite
de oliva, sal y queso parmesano y meterlas en el horno con tomates secos, pero
en casa no les gustó mucho a ninguno. ¿Alguna sugerencia del otro lado de la
pantalla? ¿Alguien que también tenga Kale en su huerta?
Esto fue el lunes a la tarde que, después de una semana afuera de casa, las tuve tatuadas todo el día. |
¡Buen miércoles para todo el mundo! Por acá es un día
brillante de invierno, sin una sola nube en el cielo. Ayer estaba igual, pero
tuvimos la suerte de ver un arcoiris entre las nubes con Mila. Lo descubrió
ella cuando saltábamos en la colchoneta y me señaló el cielo cuando lo vio. “Gracias”,
la escuché decir en voz baja. “¿Gracias por qué?”, le pregunté. “Le dije
gracias al arcoiris por estar ahí”….Casi me la como con cucharita. Estoy feliz
con nuestro retorno a casa. Ellas, más.
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