Ir y volver


Volví. Acá estoy de regreso. En mi casa y con mis niñas, después de 7 días robados a la rutina y a este trabajo de tiempo completo de ser mamá. Por primera vez, después de casi cuatro años, me animé a subirme a un avión con Nico y dejar a mis dos crías por unos días en manos de personas que saben abrigar con amor de madre.

Hace unos meses escribí sobre esa sensación perdida de viajar ligeros cuando uno no tiene hijos. Sobre armar dos alforjas , colgarlas en una moto y empezar a andar. Sin otro pensamiento que conocer un nuevo destino. Sin cunas, sin horarios, sin mamaderas ni pañales. El domingo pasado volví a vivir esa sensación. Pensé que me iba a tomar mucho más tiempo. Que cuando me llegara el momento no iba a poder sacar de mi cabeza lo que estaría pasando en mi casa, con mis bebés, en manos de otras personas. Si estarían contentas, si estarían durmiendo en paz, si habrían entendido, después de tanto hablar y de tantas valijas merodeando en el living hace semanas, que nos íbamos y volvíamos. Íbamos y volvíamos. Íbamos y volvíamos. Las machaqué a las dos con esta frase. Con esta y con: "A los papás nos hace bien viajar unos días solos". 






Se las decía a ellas y me las decía a mi misma, que tenía bastante más miedo de dejarlas del que había pensado. Armé un calendario gigante, lleno de colores, con animales y dibujos que a ellas les gustan y lo colgué dos días antes de partir, en el pasillo de casa. Ahí anoté sus rutinas, los horarios del jardín, y algunas frases simpáticas. Como si dejando eso por escrito pudiera controlar lo que iba a pasar en casa. 







Con esto en la pared, y con mil indicaciones en la heladera, partimos. Camioneta, avión, avión, Paraíso. Fueron siete días solo para nosotros dos. Para mi cuerpo y para mi Alma parecieron 150.000 en un lugar que, de verdad, parecía sacado de un libro de cuentos. Nos regalamos una semana entre mares inmensos, claros y profundos. Entre tortugas marinas, tiburones y mantarrayas. Entre arcoiris que duraban segundos en el cielo y lunas que eran las mismas que miraban a nuestras hijas en el invierno del campo. Entre charlas sin interrupciones, cervezas sin medida y  caminatas entre senderos verdes que rebalsaban de Vida. Nos regalamos tiempo para los dos. Y ese tiempo, para nuestra pequeña familia, fue una de las mejores inversiones que podríamos haber hecho.








Mientras estábamos allá, Luci nos mandaba fotos todas las tardes de lo que habían hecho en el día. Hablábamos por whastapp, pero Mila casi nunca quería hablar. Nos íbamos dejando mensajes cuando podíamos y, como teníamos poca señal, siempre solían ser bien temprano a la mañana o a la nochecita. Se quedaron felices las dos, en compañía de su abuela paterna y de Luci, nuestro gran apoyo de todos los días en el juego y cuidado de las chicas. 







2 comentarios :

  1. uh vicky esto me sirve mucho! nosotros nos vamos una semana en sept, y ya estoy con ansiedad y miedo. Pero como decis, hay que animarse. besos! mery iavic

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    1. Qué lindo, Mery! Sí, yo me morí de la ansiedad desde que sacamos los pasajes hasta que llegué a Ezeiza. Me bajé de la camioneta, literalmente, a los gritos y saltando de la emoción, jajaja. Hice mucho trabajo previo de desprenderme y es clave que se queden con gente que vos confiás y que no les cambien mucho la rutina. Ellas la pasaron bomba, les cambiaron el día. Ahora las tengo a las dos tatuadas desde el domingo…El pase de factura fue hacia a mi. Con Nico estaban medio ofendidas al principio, pero ya se les pasó. GRAN INVERSIÓN familiar. Papsi contentos = niños felices.

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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.