Atrás del molino del campo estaban los frutales. Al fondo, las peras y las manzanas, que siempre comíamos verdes porque nunca las dejábamos madurar. Al costado, los ciruelos, rojos y amarillos, atrás de la cancha de paleta. Y bien cerquita del molino, esas plantas mágicas llenas de boisanberries y frambuesas. No sé por qué las frambuesas nunca llegaban a dar tanto, y las otras salían y salían y salían. Lo mejor de vivir allá, donde los eneros y febreros se llenaban desde entonces de primos, tíos, abuelos, hermanos es que las boisanberries empezaban a dar frutos en diciembre y no había nadie que nos compitiera para comer esa primera cosecha. Después venían los dulces, los postres que generalmente eran "solo para los grandes", las salsas. Pero nada como encontrar en medio de cientos de espinas, una bien oscura y de ahí, directo a la boca.
Tengo mi propia planta de boisanberries en casa. Confieso que hasta la semana pasada pensé que eran frambuesas. Las plantamos el verano pasado cuando volvimos de Bariloche y este año, después de tanta lluvia, parece que empezaron a dar y, por ese sabor y forma inconfundibles, claramente son boysanberries (a todo esto, no sé cómo se escribe; creo que en inglés las llaman blueberries).
Tania todavía no las descubrió y creo que las voy a mantener ocultas por un tiempo. Mila se levanta hace tres días y me pide que vayamos a ver "si hay alguna más oscura". Ceremonia que se repite cada tarde. Es impresionante cómo de un momento a otro ya hay frutos para sacar. Vamos, sacamos algunas, las lavamos, les ponemos azúcar y quedan un rato en la heladera "para que les salga el juguito". Increíble, pero real, aprendió a esperarlas. A no sacarlas de la planta aunque todo su cuerpo quisiera hacer lo contrario. A dejarlas su tiempo prudente en la heladera para que tengan más sabor.
A mi hermana le gusta el dulce de boisanberries. A mi me gusta comerlas con crema, bien frías. O recién sacadas de la planta. Con los mil rasguños que me dejan sus espinas. Tengo una planta de boisanberries en mi casa; dos jazmines de leche que se están colando en mi nariz mientras escribo; un rosal blanco que se trepó por mi galería y un tilo, flaco y verde, que me mira hace días con ganas de florecer. ¿Qué más puedo pedir en esta primavera?
Este jazmín lo plantamos apenas nos mudamos a esta casa, en octubre de 2013. Este es el primer año que da tantas flores y ¡tanto perfume! |
¡Buen jueves para todo el mundo! Por estos pagos, se viene fiesta. Roberts cumple 100 años (el otro día aprendí que, en realidad, se cumplen 100 años de la llegada del tren al pueblo), y esta noche arrancan los brindis, desfiles y demases. Qué linda, primavera, que ya estás acá. ¿Te quedás?
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