Otra vez otoño



Pasa tan rápido el tiempo que cada vez que llega una estación nueva, es como tener un deja vú de hace unos días. Esto ya lo vi. Esto ya lo olí. Esto ya lo oí. Pero hay cosas que son nuevas. Como que Tania, con sus dos años, esté sentadita en el asiento de atrás, con su delantal a cuadros, su mochila, su coliga de a caballo, su chupete y que yo la esté llevando al Jardín. 

Esto no lo vi, primero, porque Mila no fue a sala de 2. Segundo, porque llevar a su hermana mayor al Jardín el año pasado, en marzo, era de las cosas que más me angustiaba en el día. Ella parecía entender eso que me pasaba a mi y después ocurría todo eso que ocurre cuando las madres no podemos con nuestras caras de “no quiero, pero debo”. Lloraba a gritos (después me decían que no duraba más de dos minutos). Mi llanto duraba lo que dura el camino del pueblo a casa. Y cada mañana se me estrujaba de nuevo el estómago como si fuera el primer día de clases.


Llevarla a Tania al Jardín es de las cosas que más me gustan en el día. Por ahora vamos solas las dos porque entra más tarde que la hermana. Se queda sentadita atrás, cada tanto mira por la ventana y encuentra las gallinas del vecino; los chanchitos que cruzan el camino y un “tator” que lo ve a mil potreros de distancia. A la salida del campo siempre hay lechuzas paradas en los postes del alambrado. Las festeja cada vez que ve una. Frenamos la chata en la puerta de su cole, como le decimos. Se saca el chupete, me lo da y me pide que lo guarde en la mochila. Así, con sus centímetros de altura, me pide que le lleve la mochila y entra a su sala sin siquiera mirar para atrás.



Llegó otro otoño a casa. Distinto, nuevo, con los olores que trae esta estación, pero con la certeza de que el descanso de las hojas guarda secretos e historias que van a pedir ser contados. Aquí estaré.

¡Buen martes para todos!

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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.