En junio anduve mucho en la ruta, muy a pesar de mi resfrío. Manejé unos cientos de kilómetros. A veces acompañada, a veces sola (¡cosa que disfruto tantísimo!), con la música a todo lo que da. En junio llovió, hizo frío, hizo calor, vi amaneceres con lunas y estrellas, y atardeceres con "aviones rosas". En junio, en el mes que el sol está más lejos de la Tierra, retomé mi huerta, sembré romeros, tomillos, perejiles y cilantros. Acomodé semillas de acelga, espinaca, lechuga, zanahorias, mostazas y rúculas. En junio, también, con tantos mocos a cuestas, nacieron nuevos proyectos laborales y se aclararon panoramas que parecían oscuros. Bailé mucho, puertas adentro. Escribí mucho, chimeneas mediante. En junio, casi julio, sufrí en carne propia el dolor de mi perra que no pudo parir sus 8 cachorros. Lloré dos días seguidos sin parar.
Ya estamos en julio. Los mocos me están empezando a dejar en paz. Suri volvió a casa. Mi huerta está sembrada y el sol ya no está tan lejos. Gracias, junio. Te espero el año que viene. Esperemos que vengas menos intenso la próxima vez. Y si no es así, acá estoy para lo que me tengas preparado.
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