Ya descubrí que los años en mi huerta cambian. Como nosotros. Hay años que comemos zapallos en todas sus formas habidas y por haber. Almuerzos, comidas y asados que se llenan de berenjenas. Tardes de té donde se cuela algún tomate cherry. Acelgas que se transforman en buñuelos, tartas y budines todos los inviernos. Pizzas y ensaladas que ya no dan abasto de tanta albahaca.
Pero hay otros años que deciden no florecer. Ni florecer ni sacar frutos. Sale uno, o dos, o tres. Y los arranco como si fueran oro en polvo. Mi huerta cambia de humor según la estación, según el año, según los vientos, según los fríos, según los calores fuertísimos de verano. Y está bien. Ya no me desilusiono tanto como al principio que me la pasaba comparando con temporadas anteriores porque "los tomates salían mejor". Ni con haber trabajado tanto la tierra y que al final no pudiera comer un solo morrón.
Al final, las cosas crecen cuando y donde tienen que crecer. El año pasado, después de semanas eternas de cuidar mis plantines de tomates, decidí pasarlos a la tierra. A los dos días llegó una de esas heladas desprevenidas y me los mató a todos. A ellos y a mi morrones y berenjenas que tanto me había costado encontrar. Esta vuelta arranqué más tarde a sembrar las semillas para evitar cualquier frío rezagado de invierno. Pero lo mejor de todo es que arreglando los canteros el otro día, salpicados por lugares insólitos, ¡hay tomates que empezaron a crecer solos! Todo gracias a que mis hijas son fanáticas y en verano van, los comen y cuando se aburren los tiran por ahí. Así que me ahorraron el trabajo y el tiempo de la germinación. Esta tarde pasarán a una maceta antes de volver a la tierra. Las heladas tardías me dejaron sensible.
Las que también germinaron sin que lo pidiéramos fueron las cebollas. Ellas sacaron sus brotes en el canasto de la verdura de casa. En vez de tirarlas, las planté en un sector de la huerta a ver qué pasa. Si no me dan nuevas cebollas, al menos vamos a poder ver esa flor violeta y simpática que saca.
¡Buena semana para todo el mundo! A disfrutar de los últimos días de invierno. Por acá, la chimenea se sigue prendiendo todas las mañanas para aplacar los fríos tempraneros.
Gracias a los años que llevo haciendo la huerta, ya aprendí a identificar enseguida los brotes de cada verdura. El tomate tiene el tallo medio violeta y las primera hojas suelen ser alargadas. ¡Me encanta encontrar abajo de la paja estos brotes!
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