Se me están empezando a oxidar los dedos, así que voy a hacer, al menos, un pequeño acto de presencia. Anduve un poco lejos del teclado en estos días, y con pocas ideas con ganas de caer y tomar forma. Ya van a volver (las ganas y las ideas).
Mientras tanto, les comparto estas fotos que tengo guardadas desde la semana pasada de una "pomelada" que hicimos con Mila, con los últimos señores pomelos que quedaron en el árbol. Son gigantes, así que generalmente, con solo dos, sacamos un montón de jugo. A ellas dos les gusta más que a mi y les encanta que les dé los pomelos a medida que los voy exprimiendo. Se pelean por meterlos en la bolsa que juntamos para darles a las gallinas.
Esta vuelta le agregué un poco de menta que apareció entre los yuyos de la huerta, rezagada del verano pasado y, clave, mucha azúcar. Lo único que tienen que hacer es exprimir el jugo, agregarle agua (3 veces más que el jugo o a gusto y piacere, ponerle azúcar y las hojas de menta, y todo en licuadora).
¡Buena semana para todos! De a poquito voy a ir aceitando, nuevamente, mis ganas de escribir. Hoy sale trabajo en la huerta después de varios días de ausencias, también.
¡Las frambuesas ya están floreciendo!Tengo un fanatismo extrañísimo con ellas. Me trasladan a los primeros días de mucho calor, cuando éramos chicos y vivíamos en el campo. Escondidas entre mil espinas estaban los frutos. Mis brazos terminaban todos raspados, con líneas finitas, con un poquito de sangre, y mis labios bien rojos de la cantidad que lograba sacar y comer. Me encanta que estén en casa y verlas crecer desde cero. El otro día nos vinieron a visitar y escuché que Mila le contaba a una de mis amigas que "ahí, en eso verde, van a crecer frambuesas".Creo que alguien heredó el mismo fanatismo.
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