Ayer escribí en Google: "paladares de chicos que usaron mucho tiempo chupete". Esperé unos segundos. En mi teléfono aparecieron una seguidilla de fotos de dientes y mandíbulas, bastante feas. Di vuelta la pantalla del teléfono y se la mostré a Mila, que abrió los ojos más grandes de lo que ya los tiene: "Mirá, así te puede quedar tu boca si seguimos usando el chupete".
En esa estamos en estas vacaciones de invierno. En dejar el bendito chupete, al menos, durante el día. Ya vamos tres, y el síndrome de abstinencia no es tan trágico como lo habíamos pensado. Cada tanto se me acerca y me dice: "Mamá, ¿me mostrás otra vez la foto de los chicos que usan mucho el chupete?". No sé si es la técnica más pedagógica, pero nos está funcionando bastante bien. A ella y a nosotros.
El affaire de los padres con los chupetes es pura histeria. Cuando son chiquititos y no lo agarran, nos desesperamos. Y cuando son grandes y no lo sueltan, nos volvemos locos. Quién nos entiende. El otro día pensaba en voz alta que el chupete es el último resabio que le queda a ella, mi primera bebé, de seguir siendo, justamente, un bebé. Me dio nostalgia. Calculo que esa misma nostalgia es la que me hizo postergar este momento, que está siendo mucho más agradable de lo que lo imaginé.
¡Buen miércoles para todo el mundo!
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