Cada vez que decidimos viajar a Buenos Aires con las chicas, me siento con un calendario y veo día por día de qué manera puedo estrujar esos días en la ciudad. Desayuno con tal, almuerzo con esta otra, tarde con las chiquitas en lo de aquella, visita a los abuelos, noche con las primas, tarde de compras, mañana de trabajo, salida con las chicas, fiesta en lo de aquel, asado en lo de aquel otro. Como si fuera una maratón para cubrir todos los "wings sociales" que postergo con nuestra vida en el campo. Llegan las 7 de la tarde, y lo único que de verdad quiero es meterme en la cama hasta el día siguiente. A mi cabeza le pregunto, casi siempre, por qué armé ese circo de antemano, si ya había aprendido que menos es más. Que no me gusta correr. Ni a mi, ni a las chicas.
El sábado fuimos a comer a lo de mi tía en Tigre. Las chicas, felices. Y el viernes tuvimos salida de amigas. (Perdón, Bechi, jajaja, saliste herrrrmosa). |
Parece que esta última vez, aprendí la lección. Volví por 3 días a la casa de mi mamá. A desayunar y charlar en la cocina como hace tantos años. Las chicas disfrutaron de sus abuelos, y de sus tíos, en esos momentos que las visitas express no te lo permiten. Baños, lagañas, pantuflas, mamaderas de por medio. Yo decidí hacer lo mismo esta vez. Me reí mucho, bailé otro tanto, hablé sin parar, salí con mis amigas, salí con mi marido, sufrí la resaca de un domingo con hijos. Me divertí. Y volví a mi casa feliz. Porque aprendí, al fin, que al tiempo del bueno se lo disfruta sin correr.
El viernes había planeado ir al zoológico, pero abría recién el sábado, así que nos fuimos con mi mamá y las chiquitas al Jardín Japonés, ¡que estaba más lindo que nunca! |
¡Buena semana para todo el mundo! ¡A disfrutar del tiempo que nos regalan las vacaciones con chicos, remolonear un ratito más en la cama e inventar juegos nuevos para combatir el frío!
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