Ayer, hablando en la puerta de Jardín de Mila, una mamá me decía con cara de culpa que no daba más, que se caía del sueño. El fin de semana vinieron a visitarnos, y una amiga, que todavía no es mamá me dijo que nunca se iba a olvidar cuando vino a casa y yo estaba con mi hija mayor de no más de un mes, y le confesé sin pudor que a la noche, cuando lloraba sin parar, tenía instintos asesinos del sueño y de la impotencia de ese llanto que no frenaba. Es que nadie te la cuenta. Incluso una misma se suele olvidar de día de todas las cosas que pasan (o piensa) de noche, porque la luz lo puede todo. O casi todo. Y la que está del otro lado, sin planes de tener hijos por el momento, o en su búsqueda, te mira con cara de "esta mujer está loca". Tengo otra amiga que siempre me cuenta que tiene un pacto con el marido: lo que pasa a la noche en épocas de pañales y lactancia, queda en la noche. A la mañana siguiente, no se habla del tema. Me pareció un buen pacto.Sano, al menos. ;)
Creo que si pido que levante la mano la madre que nunca tuvo estos pensamientos, sólo lo haría la reencarnación de la Madre Teresa. Disculpen las que no los tienen y las admiro profundamente. No está mal pensar mal. Es normal. Normalísimo. Todas (o casi todas) partimos de la base de que los amamos con toda el Alma, que elegimos ser madres, que queremos seguir trayendo hijos al mundo, que nos alegran los días, que nos ponen en perspectiva, nos enseñan a ver que hay cosas mucho más importantes que las que nos enganchan en el día a día. Pero somos humanas y nos cansamos. Queremos bañarnos sin que nadie entre en el baño o terminar de ver aquella película que arrancamos hace tres semanas y la estamos mirando en cuotas.Otra amiga me dejó un mensaje muy gracioso hace pocas semanas, y me dijo que tenía Tejiendo Infancia en su mesita de luz "para esos días que las quiero meter en el barro y que no salgan por un rato. Cuando lo dudo, vuelvo al libro", me dejó grabado con una carcajada.
Ponemos todo nuestro cuerpo y nuestra cabeza en esta tarea de estar presentes, de educar, de mimar, de cuidar. Difícil creer que nadie se canse haciendo eso y que, por momentos, quiera tirar la toalla y salir corriendo. De ahí a que lo hagamos, hay un largo trecho. Pero, insisto: es normal, es sano y hasta necesario, confesar que todas tenemos esos malos pensamientos.
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