Hace un montón que quería escribir sobre "los segundos". Los que llegan después de aquella persona que te destartala la estantería, las hormonas, los tiempos. La vida. Me resultaba completamente inimaginable pensar en un "otro" cuando nació Mila. ¿Cómo era posible que la gente tuviera más de uno? Los que tienen 3 ó 4 ó 5, se estarán riendo de este post. Por ahora tengo dos y puedo contar lo que me pasó a mi.
Me quedé embarazada de Tania cuando Mila tenía 10 meses. Planeada y deseada, ver las dos rayitas en el Evatest me produjo más miedo que la primera vez que las había visto. Al miedo se le sumó la culpa de tener un bebé que, sentía, iba a tener que descuidar por este nuevo embarazo. Se me vinieron a la cabeza todas esas cosas que dice la gente cuando tiene más de uno: "Uy, sonaste, ahora vas a ver lo que es la maternidad de verdad".
No entiendo por qué las personas decimos estas frases inoportunas y desacertadas tantas veces. Que no suman, que asustan y que estrujan las tripas de quien las escucha. Como el día que me estaban dando de alta cuando nació Tania. Un médico que, evidentemente se perdió la clase de psicología, me dijo que mi hija mayor me iba a odiar (juro que usó la palabra odiar) hasta que mi nuevo bebé tuviera 8 meses. Yo lloraba desconsolada con "la segunda" en brazos, mientras este señor me destrozaba el Alma.
Señor que me dio de alta: le quiero decir que mi hija mayor nunca me odio en esos 8 meses. Me quiso más que nunca porque le di uno de los regalos más lindos que se le puede dar a una persona, que se llama hermano. Esta mamá con dos hijas perdió muchos miedos y se empezó a reír más. Aprendió que todo pasa y que nadie es igual a nadie. Que el primer hijo se apodera de todo: cuerpo, cabeza, alma. Que con el segundo, la cabeza pasa a otro plano y que tenemos que poner más cuerpo porque hay que amamantar a uno, y hay que correr a otro. Que al Alma la toman los dos.
Te dicen cien mil cosas, pero muy pocos te animan y te cuentan que vale la pena el nuevo baile. El segundo viene más liviano. De prejuicios, de mandatos, de formas. Quizás sea porque una también está más liviana de todo eso. Porque el cuerpo, cuando crea una segunda vida, queda con más Espacio (y con más cicatrices). Y ese mismo "aire" que queda es el que da lugar a tanta cosa nueva: a proyectos que se concretan, a creaciones que toman forma, a familias que aprenden a ser más de tres. Señor que me dio de alta: usted no entendió nada. Mis hijas se reparten mi tiempo, mi cuerpo y mi cabeza. No solo no me odian, sino que ya están aprendiendo a compartir.
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