Los regresos



Hay algo que me gusta tanto como viajar y que es, volver de viaje. "Es señal de que estás grande", me dijeron en estos días cuando ya mi cabeza estaba pensando en mi casa. La mía y la de mi hija mayor, que se ve que disfruta de su lugar tanto como yo. 

Siempre me gustó volver, en realidad. (No voy a negar, también, que la llegada de las niñas y el paso de los años también hacen que una quiera estar más en un solo lugar. O que al menos se sienta más cómodo con el "orden" de la rutina). Cuando era chica y viajaba sólo con una mochila cargada y unas buenas zapatillas, tenía una amiga que tenía el hábito de que cuando se acercaba el día de regreso, cambiaba su pasaje. Aunque fueran dos días o incluso menos, ella se quedaba. Sola o acompañada, su vuelta siempre era distinta a la fecha inicial.

A mi, en cambio, siempre me gustó volver. A encontrarme con mi mundo. Con mis cosas. Con mi estudio. Mi trabajo. Mis amigas. Mi familia. Pasan los años y sigo disfrutando de ese regreso. Quizás más todavía cuando las veo a las chicas correr a su cuarto, abrazar a sus muñecos, saltar en el sillón e ir encontrando lo que quedó en su lugar desde hace diez días. A ellas, como a mi, también les gusta la vuelta.


 

Para mi, salir a buscar lechuga en una noche abierta, clara y llena de luna, fue la mejor de las bienvenidas. Ni siquiera tuve que llevar linterna para ver que el sol había hecho de las suyas en mi huerta. Los coliflores blancos aparecieron entre sus hojas grandes y verdes y la rúcula, alta y más amarga, dejó relucir sus flores (que, para los que no saben, ¡quedan riquísimas en ensaladas!). 

Acá me encuentro una vez más, después de unos días lejos de este teclado. Es lindo saber que acá también tengo un regreso. 

¡Buen jueves para todo el mundo!

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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.