Pasó julio. Pasaron amigos, sobrinos, hermanos, cuñados, suegros, primos. Pasaron mil series de Netflix. Pasaron muchas mañanas de remoloneo en mi cama y muchos días de lluvia. Pasó un temporal y pasamos días en Buenos Aires. Pasaron llantos y noches de insomnio. Pasaron rondas de mate y tardes de scons. Pasaron las vacaciones de invierno.
Julio vino así. Cargado de gente. Tanto, que el sábado se fueron las últimas visitas y estuve todo el día en cama con fiebre. Así funciona, supongo, esto de estar lejos. Será cuestión, nomás, de graduar la intensidad de comidas, de bebidas y de actividades, para que mi cuerpito no pase factura después. Lo bueno es que con un día de reposo y descanso logré recuperarme y estar O km otra vez.
Al margen de estas corridas que siempre traen las visitas, la sensación que queda, además del cansancio, es ver lo bien que lo pasan. No hay cansancio que se compare con la alegría de ver cómo mis hijas y los hijos de mis hermanos se encuentran después de meses sin verse, y pareciera que el tiempo no hubiera pasado jamás. Se rieron, jugaron, lloraron, saltaron charcos, anduvieron a caballo, comieron quinotos, se pelearon, vieron películas, armaron casitas, rompieron hormigueros, juntaron huevos y se volvieron a pelear una y mil veces más.
Cuando pasamos estos días juntas con mi hermana, me pasan dos cosas: por un lado me duele un poco no ver crecer a sus hijos, por día, por estar lejos; por otro, me pone feliz que más allá de la distancia todo siga igual y que ellos se encuentren como si nada hubiera pasado. Me quedo con esta última marca en el cuerpo. Que ya sanó, que ya descansó y que ya aprendió que al tiempo no lo marca las agujas del reloj.
Cuando llegaron el miércoles a la tarde, los esperé con los scones más ricos del mundo. Es una receta del libro "Cualquiera puede cocinar", de Jimena Monteverde (¡altamente recomendable! Creo que probé absolutamente todas sus recetas. Lo mejor que tiene es que son ingredientes simples que casi siempre tenés en tu casa).
Acá se las dejo, para arrancar la semana con algo rico para el té. Se hacen muy, muy rápido y los pueden hacer bien anchos o más finitos, como los hice esta vez, para que rindieran más y porque había mucho niño, así no me los dejaban por la mitad.
Ingredientes:
100 grs de manteca
100 grs de azúcar
300 g de harina leudante
1 huevo
jugo de medio limón
1/4 de taza de leche
1 cdta de ralladura de limón
1 cdta. de esencia de vainilla
Desmigajar la manteca a temperatura ambiente en la harina y el azúcar. Hacer un hueco con las manos en el centro de la preparación, agregar el huevo, la ralladura de limón y la esencia de vainilla. Luego agregar la leche previamente cortada con el juego de limón e integrar todos los ingredientes hasta formar una masa suave (para los fanáticos de comer las masas crudas, ¡esta es un manjar!).
Estirar la masa sobre una mesada enharinada (¡que quede bien alta!). Cortar los scons con un cortante redondo no muy grande y colocarlos en una placa. Pincelarlos con huevo batido solo en la superficie (si chorrea el huevo por los bordes, corren el riesgo de que crezcan desparejos en el horno). Hornear a temperatura fuerte de 10 a 12 minutos. ¡Servirlos tibios y con lo que más te guste! A mi me encantan con manteca y miel de campo. Confieso que de chica no me gustaban y esta receta logró hacerme fan de estos manjares!
(Dato: cuando mezclan la leche con el limón van a ver que la leche parece cortada. Está perfecto. Esto es lo que le da la esponjosidad al scon)
Que bien la pasamos!!! ¨cuando sea verano quiero volver al campo porque me divertí mucho¨me dijo Benja!! Vamos a tratar de hacer una escapada de primavera….
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