Es la segunda vez que vuelvo del pueblo y casi piso una gallina. La primera fue hace unas semanas, que estaba con Mila en el auto, y apareció un gallo desde no sé qué lugar de la banquina. Casi salimos volando las dos por evitar un accidente. Ahora cada vez que pasamos por esa parte del camino, me dice: "Te acordás cuando casi, casi se muere un gallo?". Ayer me volvió a pasar lo mismo, pero con una gallina negra. Me río cuando me pasa esto porque automáticamente me traslado a mis días en Buenos Aires, que manejaba en pleno centro esquivando peatones, motos y bicis. (Sigo esquivando todo ese tipo de seres por acá también, pero ahora también se le sumaron gallinas, perros rengos, chanchos, vacas y caballos). Entre ese pequeño episodio y mi paso por el polirubro, palabra que uso mucho desde que vivo acá, mi mañana de jueves se llevó algo distinto.
Pasé por Vecchi, entonces, el lugar por el que suelo pasar en el pueblo cuando estoy sin hijas. (Porque rompen o piden de más). El polirubro. Suelo entrar, mirar todas las revistas que hay, elegir algún librito para las chicas. Siempre me llevo algo. Cuando vivía en Buenos Aires no podía entrar a Farmacity sin llevarme algo. Cuando entro a Vecchi me pasa casi lo mismo.
Un rincón de Roberts, en el mes de marzo |
Ayer me compré un coleccionable divino de la revista Jardín que se llama Mi huerta, de la siembra a la mesa. El señor que siempre me atiende, y que me dice "señora,hoy tengo esta revista nueva", el señor Vecchi, es un señor bastante serio, de pocas palabras. Ayer me cobró, y cuando vio que no quedaba nadie en el local, me dijo, casi en un susurro: "¿Señora, podría dar la vuelta del mostrador y acompañarme unos minutos?". Sonreía, ayer a la mañana. Di la vuelta, un poco sorprendida, caminé unos metros atrás de él, y abrió una puerta al fondo del salón (nunca la había notado). Me hizo pasar, corrió una cortina y me dijo con un sonrisa: "Mire". Atrás de la puerta, a la izquierda, había un ventanal enorme, y adentro, una huerta bastante grande, con un limonero en el centro. Lechugas, apios, acelgas, perejil. Él me iba señalando cada cosa como si fueran obras de arte. Me contó que se pasaba muchas tardes ahí porque le hacía bien. Y que hace unos días había empezado a hacer su propio compost. Yo le conté que la huerta también me hacía bien y sobre cómo hacía para mantener la humedad en los canteros.
Lo que más me gustó fue que me lo contó casi como un secreto. "Gracias, señora", me dijo por lo bajo cuando me fui. Y como siempre digo que a las cosas lindas hay que compartirlas, por qué no también a ese rincón escondido detrás de las paredes de un polirrubro. Gracias, señor Vecchi, por compartir.
¡Buen fin de semana para todo el mundo! Y para las lectoras de la revista Para Ti, anoche nos enteramos que Tejiendo Infancia sale en el número de hoy, en la sección Trends. Si alguna la compra, ¿me comparten? Yo ntentaré conseguirla la semana que viene en lo de Vecchi.
Me imaginé la puerta, la ventana, la huerta, al Sr Vecchi, el polirubro y a vos charlando con él. Lindo.
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