¡Volví! O al menos, eso espero. Y sino, seguirán siendo semanas de algunas hojas en blanco antes de que las musas decidan llegar y empezar a dictar algunas palabras.
Cientos de historias tengo por contar en estas semanas. Relatos que escuché, palabras al oido me dictaron mis hijas, libros que ya había leído y por alguna razón volvieron a llegar a mis manos. Todos se juntaron para seguir rumeando antes de salir en forma de letras que bajan, se plantan y se van.
Más de una vez leí, en estas semanas, esto de la sombra que nos acompaña."Todos tenemos un Hitler y un Gandhi adentro", decía entre sus hojas ese libro que leí en 2010, y que ayer, después de robarle unos minutos a la siesta de Tania, y mientras Mila jugaba, volví a encontrar. Una charla hace unos días con una amiga me llevó inevitablemente a ese mismo lugar. Al de la oscuridad que a veces tratamos de ocultar. Al de la sombra que queremos reprimir. Al de los sentimientos que no queremos definir. Al Hitler (¡y al juez!)que tratamos de callar. Ese que convive con la misma luz que sí queremos mostrar.
Me acordé, inevitablemente, de aquella mañana cuando mi hija mayor, que tenía un poco más de dos años, descubrió su propia sombra en el placard. Es de los textos que suelo releer cada tanto cuando aparece el "mostruo" de la sombra, como para recordarme a mi misma, que está bueno esto de aceptar la propia oscuridad.
..."¿Qué es eso, mamá?", me preguntó. Le conté que era su sombra y empezamos a hacer formas con las manos, hasta que se aburrió y se sentó a mirar dibujitos. Me quedé con esa imagen en la cabeza...Y pensé que está bueno enseñarles desde hoy que esa sombra existe. Que no es malo tenerla, ni mostrarla, como a veces siento que aprendí de chica. Que es deforme y que es negra, pero que es parte de uno. Y que basta con mirarla, reflajarla en algún lado, "y jugar un poco con ella" para darse cuenta de que no es tan oscura como parece".
¡Buena semana para todos!
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