Es como un remolino que viene, deja
todo patas para arriba y se va. Casa y emociones. Así me siento cuando viene
toda mi familia a visitarme. En la calma del mes de marzo, los días se llenaron
de llantos, de risas, de peleas, de juguetes tirados y mocos compartidos, de
pelotas robadas y ojos sorprendidos. De conejos que no se vieron y de chocolates
escondidos. Son muy pocas las veces que los planetas se alinean para juntarnos
a todos en un mismo lugar. Ni siquiera lo logramos en Navidad. Ni en Año Nuevo.
Con suerte, en algún casamiento.
Me pasé días planeando menúes y
momentos, cocinando de antemano para no perder tiempo en la cocina. Esta
vuelta, además de seguir siendo madre, alimentar a mis tres perros y a mis doce
gallinas (y asegurarme de que a ningún bicho se le ocurriera causar una nueva
matanza), me tocó ser anfitriona sin descanso. Y confieso que a Nico le sale
mucho mejor.
Y así, como llegaron, se fueron. Y a pesar del
cansancio, lo que quedó fue la emoción de seguir encontrándonos y de que todo
siga igual. De seguir recordando una y otra vez las mismas cosas y, a la luz
del tiempo, con más humor y menos seriedad. Eso, y el ver que nuestros hijos, a
pesar de la distancia, se juntan y sienten que hay “algo” que los une más allá
del tiempo y del espacio, es de las cosas más lindas que viví estos días.
Nuestra casa es lugar de encuentro. Y eso, hace que cualquier cansancio valga
la pena.
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.
DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado).
Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.
ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta
federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros
en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el
monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy
periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la
saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar.
Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy
amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron
vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.
0 comentarios :
Publicar un comentario