Hace unos años, cuando recién nos
veníamos a vivir al campo, alguien me dijo que uno siempre vuelve a “su primer
piso”. Aquel que lo vio crecer, reir, jugar, cantar, correr, patalear, llorar,
gritar. Aquel que hizo las veces de sostén y que entendió tu propia historia.
Porque sobre él caminaban tus pies, ibas dejando tus huellas y marcando tu
impronta.
Me gusta saber que el primer piso
de mis hijas, aquel en el que aprendieron a tropezar y a levantarse, en el que
encontraron hormigas y las aplastaron con los pies (o se las comieron ¿!), en
el que se tiraron panza arriba a mirar pasar las nubes o intentaron hacer una
vuelta carnero, es el mismo que a mi me regalaron mis primeros 4 años en esta
Vida. Aquel donde las noches se iluminan
con bichitos de luz y las mañanas, con mariposas y flores que sólo viven horas.
En el que todos los sapos son Pepes y en donde lo chimangos roban chupetes “a
chicos que nos los quieren dejar” ;-).
Al primer piso siempre se vuelve.
Y está bueno, entonces, que ese piso esté
bueno. Porque ellos siempre van a querer volver.
Al fin tenemos tus cuentos online!!!ME copa!!!
ResponderEliminarQue lindo y que cierto el primer piso y los primeros abrazos quedan de por vida en la memoria. Gracias Vicky! Que placer leer tus reflexiones y cuentos
ResponderEliminarGracias! No me sale de quién es este comentario! Un beso
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