Los otros que los cuidan

(Esta última semana me acordé mucho de esta escena, el verano de 2015…Formol, por favor. Y un curso para dejar que crezcan y empiecen jardines de infantes sin una madre con panza estrujada)


6.45 am. Suena el despertador. Me levanto mucho más rápido que cuando tenía que salir a tomarme el tren para ir al trabajo hace unos años. Me lavo la cara, los dientes, me peino un poco, me cambio. Voy a la cocina y recién sale el sol. Es lindo el amanecer en el campo. El rocío, los pájaros, los primeros ruidos de la gente que empieza a llegar. Preparo un nesquik y un café con leche y prendo la tele. De fondo ya se escucha a la Princesita Sofía. Terreno allanado para empezar el día. Voy al cuarto de las chicas. La levanto a Mila, a sus mil almohadas  y a su modorra de lunes y la llevo al sillón. Tania sigue durmiendo. Y empieza la lucha que arrancó una semana atrás: “Quiero dormir”, “No me quiero poner el delantal”, “Sacame las zapatillas”, “Tengo calor”, “Tengo frío”.  Se despierta Tania y la cuenta regresiva se empieza a acelerar porque no contaba con ese otro llanto y el cambio de pañales combinado con la lucha de una niña de dos y medio que patalea para que no le pongan el pantalón. La Princesita Sofía, mientras tanto, juega con su conejo y canta y parece ser feliz en su castillo de colores.

Y yo tengo ganas de gritar y decir: “¡¡¡Yo también quiero dormir, yo tampoco me quiero cambiar, yo también quiero estar en patas!!!”. Tengo tanta cara de dormida que mi hija me pregunta si estoy enferma. “No, mi amor, tengo sueño nomás”, le digo.  Le pongo la mochila, me termino mi café, y nos vamos al galpón a buscar la camioneta. Las dos, con más lagañas que ojos abiertos. La dejo en la puerta del jardín, llora y escucho que dice que quiere estar con su mamá. Y yo tengo ganas de llorar con ella pero, en vez, me subo a la chata y me vuelvo a casa.  Debería existir un curso (acelerado) para adaptarse al jardín de infantes. Para ellos y para nosotras que, más que adaptarnos, tenemos que aprender a delegar en otros, el cuidado de lo que más queremos en el mundo. 

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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.