18 de mayo



(Foto de Google)
Cuando estaba en la facultad, tenía el hábito de salir algunos mediodías después de clases, sola, y jugar a perderme en las callecitas de San Telmo. Salía con mi pelo largo, mis patas flacas y mi mochila siempre cargada, a ver qué encontraba de nuevo. Como una turista en mi propia ciudad (¡qué lejos que quedé de aquellos ratos de manos libres y horas de 60 minutos!). En ese momento no tenía máquina de fotos, ni celular. O si tenía alguno, con suerte se podían mandar mensajes de texto. Caminaba, me metía en las casas chorizo, en los galpones con almacenes familiares, en las ferias de antigüedades. Tocaba todo sabiendo que nunca iba a llevar nada. La recorrida solía terminar en algún barcito de barrio, con un cortado de por medio y ese cuaderno de turno en el que iba registrando mis días.

Uno de esos mediodías descubrí al famoso Parque Lezama. Al costado de aquella plaza porteña, en medio de la monotonía gris de la ciudad, se asomaba una cúpula digna de una postal rusa. Me acerqué a la reja y traté de pispear cómo era adentro. Estaba completamente cerrada. Un 18 de mayo, muchos años más tarde, finalmente la conocí. Ahí fue donde nos casamos por la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Nico, además de estar bautizado por la Iglesia Católica, lo está por la Ortodoxa Rusa. El día que anunciamos que nos casábamos ya sabíamos que lo íbamos a hacer tres veces: por civil, por la iglesia católica y por la serbia (que acá en la Argentina, se hace en la rusa). No es que fuera practicante ni mucho menos, pero él quería continuar con tradición de su familia paterna y rendir homenaje a su abuelo Deda. Sabía que a él le hubiera gustado que esto sucediera. Y yo me subí también a ese tren.





Con algunas quemaduras camufladas en el vestido blanco que ya había usado dos meses antes en la ceremonia católica, y con un ponchito blanco en mis hombros, ese viernes lluvioso y muy frío, volvimos a dar un sagrado. Unos días antes nos habíamos reunido con el cura, amigo de la familia, que nos explicó la cantidad de signos y símbolos que hay dentro de la ceremonia. Elegimos a los testigos (tres hombres por cada uno de nosotros), llevamos nuestros anillos y rodeados de familia y amigos, curiosos por saber de qué se trataba esta nueva ceremonia, y nos casamos otra vez. Con cantos, caminatas, coronas, velas y telas milenarias, el 18 de mayo también va a ser un día para recordar.




Las coronas, que las sostienen los testigos por turnos durante gran parte de la ceremonia, se llaman venchaniye. 



Después de proceder a la imposición de coronas entre ambos contrayentes, la pareja de novios da tres vueltas al altar. En la mesa de consagración debe haber un evangelio, una copa de vino y una vela encendida. Estas vueltas de realizan en círculo, que simboliza la eternidad. El número, tres vueltas, representan el misterio de la Trinidad.





¡Y, de paso, en este nuevo día frío de mayo, feliz cumple a mi hermana más pequeña! ¡Feliz cumple, Delfus!

¡Y gracias a mi amiga Bechi que sacó las fotos del gran evento ruso, y las redescubrí hace unos días! 












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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.