Con ustedes, ¡Tejiendo infancia!



Esa mañana de febrero pude dormir hasta que mi cuerpo decidió amanecer. Después de casi 10 meses, finalmente logré encontrar a una persona que viniera desde el pueblo a darme una mano con Mila. Fue la primera vez que ella se levantó de su cuna sin que yo estuviera del otro lado. Me tomé mi tiempo, lo sé. Hacía meses que Nico me insistía en que lo hiciera, pero me parecía que no tenía sentido porque en ese momento no estaba trabajando. Fue la decisión más sabia que pude haber tomado en esos primeros meses de madre primeriza.


Otra sabia decisión fue haberme levantado aquella mañana, hacerme mi café con leche y sentarme en la galería a escribir. Hacía tantos meses que no lo hacía sin mirar de costado a ver si ella estaba por enredarse entre los cables del cargador. Estaba empezando a recuperar mi affaire con las letras que por tantos meses había postergado. No es que no siguiera escribiendo, pero aquellos primeros nueve meses fueron como un retiro de silencio. Sólo me limitaba a escribir y a rumiar para mi, todo lo que me pasó desde el 15 de mayo de 2013, cuando nació 
Mila.




La maternidad me tomó por completo. Hay mujeres que las toma a medias. O quizás por completo. Pero parecieran tener la capacidad de separar en casilleros todo lo que les va pasando en el "mientras tanto". Yo no fui de esas.  A mi me tomó entera. A esta "completud" se le sumó el silencio, a veces ensordecedor, de la vida en el campo, que tantas veces parecía preguntarme: "¿Qué hacés acá?".





Vuelvo a aquella mañana de febrero en la que me desperté con "las manos libres" y con la inspiración tocándome la puerta. Donde apareció el primer texto del libro que hoy tengo en mis manos. Jamás me hubiera imaginado  que esas líneas cortas hoy iban a formar parte de Tejiendo infancia. Creí que ser mamá no me iba a dejar continuar con este romance sin fin: el de las palabras y yo. Pero donde hubo fuego, cenizas quedan. Lo mejor de todo es que, como toda historia de amor, ese romance maduró. Se templó. Dejó de lado los caprichos y, con el tiempo, aprendió a dictar solo lo que brotaba del corazón.







Así llegó Tejiendo infancia. Primero en palabras, después en imágenes. Hay nombres, hay lugares y hay personas que menciono. Cada uno podría ser  perfectamente reemplazado por los que ustedes quieran. Esta es mi propia experiencia y elegí compartirla. Muchos me reclaman que faltan textos de Tania en el libro, pero tuve que poner un punto de partida para empezar a concretarlo. Ella tenía 9 meses cuando decidí darle forma física a las palabras que fui publicando en Facebook. Mi segunda maternidad me dio eso: la confianza en mi misma de empezar a contar mi propia historia más allá del qué dirán. A bailar como si nadie me estuviera mirando. A rodearme de gente que me quiere a pesar de mi, que me apoya sin adularme, y que me conoce así, sin más. Que a pesar de las distancias, se encargó de empujarme en este pequeño sueño hecho realidad. Sin eso, y sin la "suerte" de habernos cruzado con Wonky en ese transitar, nada de esto sería verdad.






Y ahora, la parte más aburrida, pero la que seguramente algunos estarán buscando. Si hay alguien del otro lado interesado en tener el libro, me escribe a llorente.victoria@gmail.com

Es un librito chiquito, de 17 cm x 17 cm, de tapa dura y a color y ¡hecho con amor! Cuesta $220 y una vez que me escriban, coordinamos entrega y forma de pago (puede ser por transferencia o en efectivo). ¡Téngannos paciencia en esta primera entrega porque estamos medio lejos! Para los linqueños, los vamos a estar entregando en lo de Wonky. 





¡Buena semana para todo el mundo!


*¡Las fotos de este post las hizo Wonky esta mañana!


2 comentarios :

 

POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.