Un mes sin R




Me había olvidado de lo que pensaba del otoño. En realidad no me importa haberme olvidado porque cuando llega así, con todos sus colores, todas sus nieblas y todos sus olores, me acuerdo de lo que pensaba de él. La luz del día cambia. La ventana de la cocina, desde donde escribo ahora mientras las chicas descansan, se baña de una luz blanca que no es otra que la de él.

Para mi el otoño es un momento de refacciones. En todo sentido. En menos de un día me encontré con dos personas que estaban con albañiles en sus casas. Cuando abrí Instagram esta mañana también vi amigas recién mudadas, conocidos pintando sus paredes. Sillones nuevos que reemplazaban viejos asientos.




Se me ocurrió volver a mi huerta que, entre las chicas, los últimos detalles de nuestro pequeño libro y algún que otro trabajito, la tenía medio abandonada. Y estos días, después de tanta lluvia, son ideales para seguir sacando yuyos, trasplantar habas, acelgas y lechugas (habían crecido muy cerquita unas de otras y aproveché para darles un poco de aire así crecen grandes y con espacio). 


Rúcula. La sembré hace casi un mes.

Esta acelga quedó entre unos ajos que sembré. Fue una semilla del año pasado que recién brotó este.


Cuando paso tanto tiempo lejos de "mi tercera hija", me doy cuenta de lo bien que me hace trabajar con la tierra. Encontrar lombrices que me hablan de que van a seguir creciendo cosas, ver brotes de rúcula para la ensalada de estos días. No me importa que mis uñas queden completamente negras y mis manos un poco tajadas (me cuesta mucho trabajar con guantes). Aprendí a no volverme loca con las malezas. Al fin y al cabo, protegen a muchos de mis cultivos de las heladas. Me encanta verla linda, armónica, con flores, con hierbas. Con mariposas que van y vienen entre los pétalos de mis flores violetas. Pero más me gusta ver que las cosas crecen.

Las habas crecen a mil. Estas dos plantas las separé un poco hoy porque se hacen grandes. Sirven para sanar la tierra. Se siembran en otoño y en invierno.

Es lindo el otoño de refacciones. Con su olor a chimenea interminable mezclado con comida casera. Donde se caen mil hojas en la tierra, que con el tiempo van a formar parte, nuevamente, de esa tierra. Otras tantas, se van a venir conmigo (y con Tania) a la huerta, para cubrir los espacios que, por el momento, no pienso sembrar. Este año decidí dejar descansar algunas partes de ella. Que se tomen un tiempo de refacción. Siempre sale algo mejor después de ese descanso.



De paso, y siguiendo el consejo de mi hermana paisajista, aprovechen el otoño para podar. Para limpiar y dar lugar a los brotes nuevos que van a llegar en unos meses. Sin miedo. ¿Cuándo es la mejor época? "Los meses que no llevan R en sus nombres", me diría Mechi como ayuda-memoria (¡o para que no le vuelva a hacer la misma pregunta cada año!). Y ya que estamos en uno de los meses sin R, ¡podemos todo lo que no nos haga falta! Roperos, estantes, cajones...¡vínculos! Esos que nos hacen ir a dormir con el estómago retorcido, con las ganas caídas, con las cervicales anudadas. Podémoslos, sin miedo. Quizás sea el momento de mantenerlos al margen por un tiempo. Hasta que pase el invierno y vuelvan los meses con R. Van a llegar nuevos brotes y va a haber valido la pena.



(Se despertaron las crías. Fin del descanso. ¡Que terminen muy bien su miércoles! Mañana me toca empezar a cocinar porque el domingo es el cumple de Mila y quiere que le haga "una torta con gusanos". Por suerte existe Luci en mi vida. Ella trabaja con nosotros hace dos años y es una genia haciendo manualidades y trabajando en porcelana fría. Me dijo que ella se encargaba de "los gusanos").








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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.