Habitar espacios



Salió el sol. Al menos por un rato. No sé cuánto tiempo más estará entre nosotros, así que después de escribir esto, y después de buscarla a Mila en el Jardín y atravesar el barro una vez más (con unas cuantas huellas ya hechas), voy a retomar mi trabajo en la huerta. Hoy es EL día para trabajar ahí. No para sembrar, pero sí para sacar yuyos, plantas viejas, muertas o enfermas y dar espacio a lo que se viene de otoño. (Según el calendario lunar, estos días son ideales para sembrar todo lo que son coles).

Y hablando de espacios, hace unos días quería escribir algo sobre un nuevo "espacio" que empezamos a habitar con las chicas. Hace tiempo lo venía mirando con ganas. Sabía que era el lugar indicado para tejer nuevas historias y anécdotas, casi desde que vivimos acá. Pero no encontraba la manera de usarlo. Hace casi tres años, a metros de ahí, pusimos la huerta. Al menos quedamos cerquita. El año pasado, cuando Tania estaba empezando a caminar, casi como si supiera que su mamá tenía un amor especial por ese lugar, siempre decidía gatear hacia ese lado y pararse justo abajo del árbol que más me gusta. Es un plátano grande, viejo, frondoso. Con ramas que caen y hacen las veces de techo y cobija de la lluvia. En verano es verde, casi fosforescente. En otoño, las hojas se ponen amarillas y las que caen forman una moquette marrón que cruje cuando pasamos. Aquellas hojas que las chicas usan para hacer "lluvia", yo las uso en esta época como cobertura en mi huerta. Por eso me gustan que esté cerca.




Hace unos días, abajo de ese árbol desde donde se ven las ovejas, los caballos, las vacas y la puesta de sol, puse un camastro viejo con un colchón  y una funda impermeable (de esas que no me importa olvidarme una noche afuera)*; y una mesita. Desde entonces, cuando no llueve, tenemos un nuevo lugar donde ir a jugar y hacer "pingüis" (pic nics, en idioma de Mila). Ellas lo adoptaron tanto como yo. Cuando las dejo de ver en la galería, suelen aparecen las dos ahí sentadas. O saltando de un lado para el otro.




Un simple plátano, que solía ser un árbol entre muchos, se transformó en estos pocos días en cómplice y testigo de estas dos chiquitas, que adoptaron sus ramas para vivir sus días de sol. Me gusta haber creado este nuevo espacio. Porque, al fin y al cabo, así se van tejiendo los recuerdos: habitando espacios vacíos con anécdotas que parecieran ser minúsculas.





PD: La funda me la hizo Remedios Chielens, una chica de Lincoln que conocí de casualidad hace unos meses en un té. ¡Quedó espectacular! Mi único requisito es que fuera práctica y "olvidable" a la intemperie y estoy feliz con la nueva adquisición. Viajó a Buenos Aires, me mandó el color de la tela y lo hicimos casi a distancia. El camastro solía ser nuestro sillón en el cuarto de la tele, pero resultó un poco incómodo. Todavía me falta ponerle almohadones que, por consejo de Reme, seguramente sean naranjas y rosas fuertes pastel. La mesita que ven es una bobina vieja que encontré en el galpón. La usamos durante el verano en la pileta. También tengo planes de ponerla más linda, pero como queda mucho tiempo afuera, no sé si lo voy a hacer.


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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.