Llueva o truene




Llegó el frío, finalmente. Acá se debe sentir un poquito más porque además de hacer frío, hay un viento de esos que se te cuela por los huesos. Creo que esta noche se inaugura la temporada de chimenea.


Este mural lo pintaron el año pasado, en ocasión de los 50 años del Jardín. ¡Es un lujo para los ojos de todos los que pasamos por ahí!

Lo de atrás es la escuela primaria. La calle, Alberdi, se cierra en el horario de entrada y salida de los chicos.

Todas las mañanas, Mila cruza esa reja a las 8.  A las 11.50 se llena de padres que esperan a sus hijos.


Si me cuesta levantarme cada mañana para llevarla a Mila al Jardín, ni les cuento con este frío y estas mañanas oscuras de otoño, preámbulo del invierno que se acerca en unos meses. A veces dudo en despertarla y dejarla remoloneando entre las sábanas. Pero confieso que una de las cosas que me está empujando a no hacerla faltar, aunque todavía sea chiquita, es saber que la maestra viaja 70 km, llueva, granice, nieve o relampaguee, para darles clases a los chicos. Yo solo tengo que hacer 10.

Y no es que se sube a su auto, se baje y vuelva. Generalmente viene a dedo. Y después sigue viaje a alguna escuelita rural de la zona. "Gracias por traerla", me dijo el martes pasado, en la salida, toda despeinada, con los ojos cansados y con dos chicos de cada mano. Esa mañana, en vez de llegar a las 8, como todas, llegamos a las 9.30 porque nos quedamos encajadas en el barro. Nos vinieron a rescatar, pero el rescate también se cayó a la banquina. Así que nos terminó sacando un tractor de una chacra vecina. (Ya aprendí: ¡cuando llueve y no hay huella, si una está apurada, no se sale del campo!). Más vale tarde que nunca.



Más allá de la anécdota, vuelvo a "la seño", que a pesar del clima, siempre suele estar. Es su trabajo, lo sé. Pero admiro el sacrificio que hacen por llegar. Y así, durante cuatro horas entretener a 18 chicos, con 18 historias, y 18 mil temas cada uno. Ni qué hablar de las 18 mamás y los 18 papás, que están atrás de esas 18 caritas llenas de mocos y manos pegoteadas. 

Cuando salí del colegio, empecé a estudiar Ciencias de la Educación. Quería ser Directora de un colegio. Directora, no maestra. Me tomó unos pocos meses entender que para dirigir un colegio, tenía que pasar antes por una clase. Chau, gracias. Me cambié de carrera. 




En estos días de lluvia, y de frío de ese que se cuela entre los huesos, las admiro bastante más. Porque salen de sus casas, hacen dedo, dejan a sus hijos para "educar" a otros 18, y tienen encima los ojos de los padres, que las miran y esperan que "la seño" les devuelva niños felices. Menuda responsabilidad, la de ellas, las maestras.


Mila en su primer día de Jardín, hace casi dos meses.





2 comentarios :

  1. Creo que no había leído esta de la Seño… me encantó.
    Lo más lindo es que a uno le genera tanta cosa los tres renglones que hablás de la Seño que me quedo con ganas de saber más… "a dónde va a dar clase después? cómo se llama? tiene cuántos hijos? de dónde viene para llegar ahí?" y es que la vi parada en la ruta, pelo despeinado sacando el pulgar para que la levanten. Pienso también qué suerte que la VEAS. Y con ver digo VALORES. Grandes historias pequeñas las tuyas. Me encantan.

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  2. Soy "la seño" me llamo Verónica, tengo dos hijos, y en ese momento trabajaba a la mañana en el Jardincito de Roberts y a la tarde en la Escuela Agraria N°2 de Las Toscas, hoy en día trabajo en mi ciudad, fueron muchos años de "hacer dedo" para poder llegar a trabajar, hoy gracias a Dios y después de tantos años de sacrificio, trabajo en mi Ciudad Lincoln

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POR QUÉ ESCRIBO

POR QUÉ ESCRIBO
Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

DETRÁS DEL LENTE
Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.