Mermelada de morrones




Los lunes que está Nico en casa, tengo un debate eterno entre levantarme, cambiarla a Mila y volver a dormir un rato hasta que se despierte Tania. O arrancar el día. Con esa luz de la mañana que ya avisa que es otoño, con la nariz un poco más fría de lo normal, los teros que aturden desde temprano, y un chiflete que se cuela por atrás del cuello. 

Me quedé con esta segunda opción y con los dedos un poco oxidados de no escribir el fin de semana, hoy les comparto una receta riquísima que me hace acordar a cuando viajé el año pasado, justo en esta época, a Chile. Me la cargué a Tania, que en ese momento tenía 4 meses, y nos fuimos con 3 amigas durante un fin de semana a "festejar" la despedida de solteras de una de ellas.(Creo que las que mejor la pasamos fuimos las demás, que veníamos con rutina de jardines, pañales y niños, sin descanso).  Allá nos esperaba Fini, que vive en Santiago hace tiempo, con un cronograma de lugares para comer y disfrutar, que no se podía creer. Por mi parte, era la primera vez que me iba sin Mila más de tres días, así que la pasé bomba.

Cada vez que volvíamos a la tarde a su casa (a lo de Fini) nos esperaba con una picada de locos en su terraza. Una de las cosas más ricas que tenía, y que nunca había probado, era una mermelada de morrones que acompañaba con galletitas y Finlandia. Así que antes de partir de vuelta a casa, me traje unos cuantos frasquitos del famoso Buka (esa es la marca, que tenía mermeladas de varias verduras, si mal no me acuerdo, por si viajan para allá).

Este año, mis morrones se tomaron su tiempo en salir. Los tuve que plantar dos veces porque varias heladas tardías de noviembre, me los hicieron pedazos. Lo mismo hicieron con mis tomates. Pero valió la pena el mal trago porque es la primera vez que me dan tantos frutos. Además, esta vuelta los dejé mucho más tiempo en la planta y se volvieron todos rojos (yo siempre pensé que había una planta de verdes y otra de rojos y, por lo visto, sólo es cuestión de dejarlos más tiempo si no los queremos verdes y los queremos menos amargos). Una vez más, la Naturaleza me sigue mostrando que Ella tiene sus propios tiempos. Más allá de cualquier calendario.



Bueno, cuestión que los fui sacando, los acumulé en mi heladera y casi, casi, se me ponen feos. Me acordé de Chile y de esa mermelada riquísima y me animé a probarla este fin de semana. Encontré la receta en la página de Inutilísimas (para los que les gusta cocinar, vale recontra la pena seguirla en Instagram y pispear su página). La que la hace es Tefi Russo, que muchas veces aparece con su "socia" e hija de 6 años. Es súper simpática y tiene videitos de paso a paso, excelentes (www.inutilisimas.com).


¡Va la receta! El año pasado llevé un frasquito de Buka al cumpleaños de mi hermano y fue furor. Está bueno para sumar en las picadas.

Mermelada de morrones
- 3 morrones rojos (ella propone 3 grandes. Yo usé unos cuantos más chiquitos y acomodé un poco la receta a ojo)
- Agua (cantidad necesaria)
- 1 taza de vinagre blanco.
- 1taza de azúcar.
- Una pizca de sal.

Lavar los morrones, sacarles las semillas y cortarlos en cuadraditos bien chiquitos. 




Cubrirlos de agua y dejarlos reposando durante dos horas. Después, colarlos y poner en una olla con el vinagre, el azúcar y la sal. Yo la hice a fuego muy bajo y, como con los higos en almíbar, iba revolviendo cada tanto hasta lograr el punto. (Para ir chequeando, cada tanto sacaba un poco del líquido y lo dejaba enfriar sobre la mesada). Apagar el fuego cuando el líquido esté más bien espeso.

Este fue el resultado. Se reduce muchísimo y de esa cantidad enorme de morrones, sólo salió el frasquito de abajo.



Un tip interesante que propone la de Inutilísimas, para esta receta y para todas las que son conservas (mermeladas, almíbares, escabeches) es guardar la mermelada en un frasco esterilizado (10 minutos en agua hirviendo, frasco y tapa), cuando todavía está caliente. Una vez cargado, ponerlo boca abajo, haciendo la vertical. Darlo vuelta una vez frío el contenido (me imagino que esto lo hace para que el azúcar no quede decantado abajo porque me suele pasar bastante). Conservar en heladera una vez abierto (sino puede quedar afuera)

¡Buen lunes para todo el mundo! ¡Y a abrigarse que se vino la fresca!







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POR QUÉ ESCRIBO

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Porque hace bien al Alma. Porque sana. Porque me ayuda a no olvidar. Porque me ayuda a recordar. Porque a veces la gente no encuentra el orden exacto de las palabras y yo sí. Porque no siempre sé decir en voz alta. Porque me deja volar un rato y salirme del día a día. Porque algún día mis hijas van a aprender a leer. Y otro día, a escribir. Y van a ser ellas las voces detrás de este teclado y los ojos que van a mirar lo que yo algún día vi.

DETRÁS DEL LENTE

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Todas las fotos que ven en mi blog las saco yo. Muchas las saqué con mi Cannon G10, máquina que amé y sigo amando, pero ¡ya llegó a su máximo de cliks! Me acompañó desde 2009 hasta el año pasado, que pidió un cambio. Viajó por Tailandia y por Chile; disfrutó de los mejores veranos en la playa en familia; fue testigo de nuestros miles de kilómetros en moto; nos acompañó bajando montañas de nieve; pudo ver cómo nuestra vida en el campo se fue transformando día a día; vio crecer a nuestros perros; retrató las primeras sonrisas de mis hijas. En 2015 pidió un cambio así que, por esas cosas que tiene el azar, Tere, mi íntima amiga, me vendió su Nikon 3500. Todavía no le tengo el aprecio que le tuve a la Cannon (siempre recomendaría esta máquina porque es semi profesional. Me sirvió mucho para vender fotos en las notas que me han publicado). Las demás fotos las saco (y saqué) con el Iphone 6.

ALGO DE MI

ALGO DE MI
Soy una mezcla de todo. Fui charlista de cenáculos, atleta federada, secretaria ejecutiva. Recorrí más de 5.000 kilómetros en moto por el mundo y saqué cientos de fotos desde el asiento de atrás. Caminé con górilas en Ruanda y fui pasante en Para Tí. Viví algunos días en el monte formoseño y otros tanto, en la clínica La Prairie. Soy periodista de profesión, y comunicadora, de vocación. Leí la saga completa de Harry Potter y nunca entendí a Cortázar. Tengo una huerta en mi casa y me gusta cocinar. Soy amiga, esposa, hija, hermana y madre dos niñas que me dieron vuelta el mundo. Tengo 34 años y sigo usando All Stars.