El día está horrible. En todos lados, lo sé. Estaba para quedarse en la cama todo el día, pero en vez, amanecí a las 6.15, porque Mila, con la emoción de que su papá volvió a casa, se levantó cuando él salía a trabajar.
A mi me tocó, como todas las mañanas, la lucha diaria de cambiar a la niña en un martes que parece lunes (ayer no la llevamos al Jardín "por la lluvia"). Al menos hoy pataleó menos, pero no faltó el "hoy no voy a hablar con nadie en el cole", ni el "no me quiero poner las medias".
Lejos de quedarme haciendo fiaca, esta mañana, después de haberla dejado en la puerta del jardín, finalmente retomé clases de gimnasia en el pueblo. Una buena señal de que vamos volviendo a la rutina, de que nos vamos acomodando y de que,además de encontrar un espacio para escribir, mi cuerpito también logró hallar su bache en mi día.
Digo esto, mientras planeo, con este día horrible, compartir ¡una receta cargada de azúcar que me encanta! No soy muy fanática de los postres frutales, ni de las compotas, pero acá hago una excepción.
Mi mamá hace los higos en almíbar más ricos del mundo. No sé si son los mejores, pero yo le siento sabor a infancia. Tengo el recuerdo de que se acercaba el fin del verano en el campo, cuando las higueras se llenaban de frutos violetas. Esta Semana Santa, con los últimos calores, los árboles de higos de casa también hicieron de las suyas. Y tuve la suerte de tener a mi mamá bien cerca cuando eso pasó. Sacamos un kilo de fruta de los árboles y me dijo que ella se encargaba esta vez.
Les comparto la receta (¡la semana pasada saqué un kilo más y me salió casi igual!).
Higos en almíbar
1 kg de higos
500 grs de azúcar
1 litro de agua
Lavar los higos. Pincharlos con un tenedor (está buenísimo porque largan las semillitas y permite que el azúcar también se impregne más en la fruta) y ponerlos en una cacerola con el agua y el azúcar a fuego muy bajo.
La clave de la receta está en tener paciencia (como casi todas las recetas), y en ir revolviendo cada tanto. Yo los dejé dos horas y un poquito más. Iba y venía, revolvía, movía el agua. En un momento, incluso, apagué la hornalla y después retomé la cocción. Dejen un platito cerca y cada tanto van sacando un poco del almíbar y lo dejan enfriar para saber en qué punto está. El punto lo elige cada uno. A mi no me gustan demasiado líquidos.
Dejar enfriar y servir con crema o crema batida.
Si miran bien, se ven las semillitas que quedan crocantes después de la cocción |
¡Buen martes de lluvia para todos! Hoy voy a ver si pruebo rendirle honor al agua y me animo a amasar unas torta fritas con las chicas. Después les cuento.
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