Esperar. Darle tiempo a las cosas. Que maduren. Que tomen forma. Que se deformen. Que se vuelvan a armar de otra manera. Como el gusano hasta llegar a ser seda.Lo pensaste de color rosa, y terminó de un amarillo furioso con vetas verdes. Creíste que iba a ser rectangular, y terminó siendo redondo.
Hace tiempo que vengo pensando este proyecto. Años (años, años), en los que sueño con tener entre mis manos, algo publicado. Algo propio.
En 2006, cuando me di cuenta de que lo mío pasaba por escribir, soñaba con ver impresas mis palabras en algún medio. Llegaron, casi sin notarlo, muchas notas, muchas revistas, muchos viajes. Fueron cayendo, de a poco, mes a mes. Un día me vi sentada frente a los Alpes Suizos con mi cuaderno, porque me habían contratado para escribir una nota. A los pocos meses, eran las 4 de la mañana, cuando salimos con un grupo de periodistas de de alrededor del mundo a ser testigos de una de las ceremonias budistas más lindas de Tailandia. Ahí también estuve, sólo para escribir. El sur de Chile me tuvo más de una vez, para deletrear sus paisajes verdes llenos de volcanes. (Y para reirme a carcajadas con una nueva amiga mexicana que me llevé de yapa).
Chiang Mai, Tailandia. |
Mañana en las calles de Chiang Mai (17 de marzo de 2009) |
Una noche fuimos a ver un baile típico del lugar y nos hicieron pasar al escenario |
Algo más cayó en su lugar en estos meses. El libro que tenía en mi cabeza, desde hace tantos años, está por entrar en el horno en unos días.Le di vueltas, y vueltas, y vueltas al asunto. "No va a gustar", "No me convence", "Es poca cosa". Me imagino que esas deben ser las palabras que todo escritor se dice cuando está por mostrar algo. O cuando un artista está por exponer sus cuadros.
Hasta que me di cuenta de que son simples palabras prestadas. Y ahí el peso se hizo menor, el miedo se esfumó por un rato, y entendí por qué mis planes tomaron otra forma. Porque no soy yo la que está al mando.
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